El despertador de monstruos

Ningún niño del mundo se despierta a la primera cuando tiene que ir al colegio, ningún niño, excepto los del pequeño pueblo de Mors.

Allí todos los  niños se despertaban a la primera, cuando se lo decía su madre o su padre, pero ¿cómo lo conseguían?

Esta es la historia del despertador de los monstruos, una historia real de las que sí eres de los que no duermen después de escuchar un relato de miedo, más vale que dejes de leer. Estás avisado.

Todo empezó con Martí, un niño que no llegaba nunca a la hora al colegio, por que no se despertaba cuando se lo decía su padre.

Un día su padre estaba tan desesperado, que dicen que incluso pidió al cura del pueblo que tocara todas las campanas de la iglesia, a la hora que se debía levantar Martí, pero aunque medio pueblo tembló por la fuerza de las campanas sonando, Martí no abrió ni un ojo.

Jordi Hooper, que era como se llamaba su padre, no sabía que hacer, estaba desesperado y muy nervioso. Eso no le iba nada bien para hacer su trabajo, fabricaba relojes de madera con unos mecanismos de hierro muy pequeños, muñecos que bailaban y pájaros que salían de una puerta cuando tocaba la hora. En los últimos días estaba tan nervioso que ya nada le salía bien, sus relojes no dábamos bien la hora y cuando tenía que salir el pájaro a cantar, se ponían a bailar los muñecos, y el pájaro acababa saliendo mucho rato después. Aquello no podía continuar así ¿pero qué podía hacer?

Un día que fue a comprar el pan por la  mañana, se fijó en que las madres que estaban en la cola soplaban y se tocaban la frente, mientras se explicaban unas a las otras como les había ido la mañana con sus hijos.

-Ni caso,  salía por la puerta y yo detrás con el peine, hemos llegado de milagro- decía una madre con la cara roja y las manos temblorosas.

-Pues el mío, no se había lavado la cara, me dijo que no le había dado tiempo ¿te lo puedes creer? – Decía otra.

-Yo ya no sé qué más hacer, lo he despertado veinte minutos antes y nada, no se levanta ni que le retire la cama de debajo – Casi gritaba una tercera.

¡Aquello era una epidemia!, pensó Jordi, había que hacer algo ¿pero qué se podía hacer? Por la noche, después de cenar con Martí y ponerlo en la cama, recogió la cocina y se puso a leer uno de sus libros de relojes, quería repasar de nuevo cómo hacer que el mecanismo funcionase perfecto, pero después de un rato se cansó, se lo sabía de memoria y allí no encontraría nada nuevo.

Cuando fue a devolver el libro en la estantería de la pequeña biblioteca que se había hecho en casa, recordó que tenía un libro más que hablaba de relojes, bien, no eran relojes, sino despertadores muy antiguos.

Quizá allí encontraría algún mecanismo nuevo que la ayudara a hacer mejores relojes, pero cuando lo cogió y se disponía a abrirlo, recordó las palabras de su abuelo. «Este no Jordi, este es un libro especial y muy peligroso».

El abuelo debió pensar que como era un niño, se podía haber hecho daño con los mecanismos de aquellos relojes despertadores, pero ahora era un adulto ¿qué le podía pasar?

Abrió el libro y lo que encontró allí le sorprendió, las primeras páginas tenían unos mecanismos muy complejos, tanto que no los había visto nunca, después, más o menos desde la mitad del libro, las páginas estaban vacías, sólo tenían una nota al pie de página que decía:

∫Cuando salga me veras∫

Al final del libro había una foto del despertador acabado y debajo ponía su nombre:

Despertador de los monstruos

Por Henrry Hooper

¡Caramba! -Pensó Jordi, aquel diseño era de su abuelo.

Estaba decidido, era todo un reto hacer el despertador de su abuelo y además lo podría probar con Martí, y quién sabe, si funcionaba bien, poder haría negocio vendiendo el despertador a las otras madres y padres.

Pero, ¿por qué le había puesto el despertador de los monstruos? – Pensó  Jordi.

Seguramente seria una broma del abuelo, siempre las estaba haciendo y ese nombre sería una más, para que él que era entonces pequeño, no pensara en probar de hacer aquel despertador.

Al día siguiente, después de arrastrar a Martí fuera de la cama, desayunar con él y llevarlo corriendo al colegio, se encerró en su taller y comenzó su nuevo proyecto, el despertador de los monstruos.

El padre de Martí, pasó todo un mes en el taller haciendo su nuevo reloj despertador, sólo salía para llevar a Martí al colegio o para darle de comer. Él casi no comía y no pensaba en otra cosa que trabajar en ese proyecto.

Todo el mundo en el pueblo hablaba del tema y los amigos de Martí le preguntaban cada mañana a la hora del patio.

-¿Cómo está el nuevo despertador?  ¿Ya lo ha terminado? – le decía su amiga Laia.

Él, levantando los hombros contestaba- no sé, no me deja verlo, sólo sé que tiene que ser muy difícil, porque nunca la había escuchado soplar tanto y tan fuerte.

Pero por fin, después de tantos días, aquel  despertador tan complicado estaba listo.

Era un despertador hecho con una base de madera pintada de color cereza y llena de cajones pequeños, en cada cajón había un nombre dentro de una marco dorado, el nombre de un supuesto monstruo, Aracosquill, Cientocosquill, Comeculos, etc. En la parte superior tenía una campanilla roja, pegado a la campanilla, había un reloj del que salía un martillo. Por último en la parte de arriba, tenía un letrero que decía:

«Despertador de los monstruos».

Para que funcionara, había que marcar la hora que querías despertar y abrir un poco el cajón de un monstruo.

Según las instrucciones, después de eso, los padres no podían entrar en la habitación hasta que salieran los niños.

El padre del Martí no lo puso esa noche, la última página de las instrucciones no la había entendido demasiado bien y se quería asegurar de que todo estuviera perfecto.

Al día siguiente después de dejar a Martí, volvió al taller, cogió el libro de su abuelo y volvió a leer la última página, «a partir de aquí nada es escrito, cuando salgamos nos verás y nos conocerás» No entendía nada, después habían páginas vacías con aquella nota a pie de página:

∫Cuando salga me veras∫

Fuera lo que fuera no tenía importancia, aquella noche pondría el despertador a Martí y ya veríamos al día siguiente funcionaba.

Cuando se hizo oscuro y Martí ya estaba en la cama, entró en su habitación a darle un beso y dejar el nuevo despertador.

Martí cuando lo vio se quedó con la boca abierta.

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¡Que bonito! lástima que sea para despertarse.

-Hoy te lo pondré y mañana espero que te levantes de la cama a la primera que suene- le dijo su padre.

-¿Puedo escoger monstruo? – pidió Martí.

-Venga va, ¿cuál quieres?

– ¡Quiero el Aracosquill! – contestó Martí.

Su padre puso la manecilla más pequeña a las siete de la mañana y tiró del cajón donde ponía Aracosquill, hasta que se escuchó un «clac».

-Ya está- dijo el padre de Martí. Después le dio un beso de buenas noches y se marchó hacia su habitación.

La noche pasó y el sol comenzó a salir por detrás de las montañas del pueblo de Mors, entonces tocaron las siete y en la habitación de Martí se empezó a escuchar una canción.

§ Aracosquill vendrá y tú te despertarás, salta de la cama ¡si no lo quieres sufrir! §

Martí levantó una ceja y luego medio abrió un ojo, lo volvió a cerrar y se giró dando el culo a ese despertador con cancioncilla.

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Al minuto volvió a sonar aquella canción.

§  Aracosquill vendrá y tú te despertarás, salta de la cama ¡si no lo quieres sufrir!  §

La habitación estaba oscura, sólo un pequeño rayo de luz se colaba por la cortina de la ventana, Martí se había hecho una bolita y estaba tan tranquilo, cuando de repente, comenzó a notar como si unas manitas le subieran por el espalda, se ajustó la manta sin hacer demasiado caso, pero entonces, notó de nuevo aquella sensación y abrió un ojo.

Mientras el padre de Martí tenia la oreja detrás de la puerta. Había escuchado la canción y le resultó de lo más extraño, ya que él no había puesto ninguna pieza al despertador que puede hacer esa canción, pero siguiendo las instrucciones del manual, no había entrado en la habitación y esperaba a ver qué pasaba.

Entonces se oyó un grito dentro de la habitación, intentó entrar pero la puerta estaba atascada por dentro, por más fuerza que hacía la puerta no se movía.

Mientras tanto, Martí observaba aquella especie de araña que lo miraba fijamente, mientras continuaba notando como le subían mil patitas por su hombro.
Entonces aquella araña lo miró y le sonrió, Martí, le devolvió una sonrisa con los ojos como platos, y de pronto aparecieron …

10, 15, 20, 50, 100 arañitas que se pusieron a hacerle cosquillas por todo el cuerpo, Martí no podía parar de reír y  de moverse por cama, aquellas arañitas no pensaban parar y comenzaba a mearse de risa, pero a mearse de verdad.

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Su padre escuchaba detrás de la puerta sin entender nada de lo que estaba pasando dentro de la habitación, entonces recordó la última página de las instrucciones:

«A partir de aquí nada está escrito, cuando salgamos nos verás y nos conocerás»

Entonces salió corriendo escaleras abajo y cogió el libro, lo abrió por la última página escrita y comenzó a ver cómo se iba dibujando una figura sobre el papel, era un ser horrible, al tiempo también iban apareciendo en la página de unas arañitas pequeñas a su alrededor y finalmente un nombre, Aracosquill.

El padre de Martí bajó al taller, cogió un martillo gigante que tenía para romper la madera del hogar y subió escaleras arriba, cuando estaba a punto de romper la puerta de la habitación de Martí, ésta se abrió.

-Martí, Martí hijo mío ¿estás bien?- Le dijo casi gritando.

Martí no dijo nada y salió corriendo hacia el lavabo.

Su padre entró con el martillo en la habitación, pero allí no había nadie, sólo el despertador, que tenía el cajón cerrado. Por un momento estuvo a punto de dar un golpe de martillo al despertador, pero finalmente no lo hizo.

Al rato el Martí salió del lavabo, tenía con toda la cara llena de granos rojos, estaba enfadado como una mona, pero no le quiso decir nada al padre.

La sorpresa de Martí, fue que todos en el colegio tenía la cara como él, llena de redondas rojas ¡hechas por unas arañitas!

Pero nadie hablaba del Aracosquill,  sólo lo había visto él.

Durante unos días Martí y el resto de niños se levantaron temprano, pero duró poco, Martí volvía a no levantarse y llegar tarde al colegio

-Martí, mañana te pondré el despertador de los monstruos. Le dijo.

-No padre, que salen de verdad.

-Martí, aquello lo debías soñar.

-No padre, que la puerta no se abría.

-Es una puerta vieja ya veces se encalla- le respondió su padre.

Finalmente acordaron que se lo pondría y que él escogería el monstruo.

-¿Cuál quieres Martí? – Le pidió.

-No sé, ¿el Comeculos? o el Cientcosquillas, o no! mejor el Lluevecosquill.

-De acuerdo, el Lluevecosquill– le dijo mientras colocaba la manecilla pequeña en las siete de la mañana y abría el cajón que decía Lluevecosquill hasta que hizo clac.

Esa noche pasó y el padre de Martí se levantó antes de las siete de la mañana, fue a la habitación y comprobó que  la puerta abría a la primera. Cuando vio que la puerta iba bien y que en la habitación no había nada, bajó a prepararse el desayuno, eso sí a las siete como un clavo estaría en la puerta con la oreja puesta para escuchar.

El día se despertó cubierto de nubes a Mors, todo muy normal para un otoño en aquel pueblo de montaña, si no fuera porque las nubes eran de un color lila muy fuerte, un color que no se había visto nunca.

El padre de Martí ya había preparado el desayuno y había empezado a subir las escaleras, pero de pronto las ventanas dejaron entrar una luz lila, Jordi Hooper, se acercó a la ventana y se quedó boquiabierto mirando aquellas nubes.

Mientras tanto Martí dormía tranquilamente hasta que sonó una canción …

§  Luevecosquill está aquí, salta de la cama si no quieres sufrir  §

Martí abrió los dos ojos de golpe, miró por la habitación y luego debajo de la cama, allí no había nadie.

Seguramente su padre debía tener razón, la otra vez lo debía haber soñado. Se acostó, se hizo una bolita y se volvió a intentar dormir.

Al minuto se volvió a escuchar la canción…

§  Luevecosquill está aquí, salta de la cama si no quieres sufrir  §

Martí no hizo demasiado caso hasta que comenzó a notar cómo le caían gotas en la cara, ¿pero cómo podía llover dentro de  su habitación? Pensó.

El padre de Martí, Jordi Hoopers estaba en la puerta de casa mirando el cielo. Como él muchos vecinos con la boca bien abierta contemplaban aquel cielo lila.

-Hoopers ¿ habías visto nunca un cielo todo de color lila? – le pregunto una vecina.

-No, nunca, es muy bonito- contestó el padre de Martí.

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Entonces se  empezó a escuchar como si cayeran miles de gotas, pero en la calle no se veía caer ni una. De repente un montón de niños empezaron a reír como locos, el sonido salía de dentro de las casas.

El padre de Martí miraba hacia todas partes, hasta que un grito le hizo pensar.

-¡Martí!

En la habitación  Martí no paraba de gritar mientras aquel ser se le iba acercando, tenía la cabeza alargada y el cuerpo más grande y redondeado, todo él tenía forma de gota. Lo curioso era que llevaba un paraguas para evitar las gotas de cosquillas que no paraban de caer y que además eran completamente lila. Pero lo que realmente daba miedo, era su sonrisa con un diente de cada color.

En ese momento el padre de Martí, ya había subido escaleras arriba e intentaba abrir la puerta, pero esta estaba encallada por dentro y no se podía abrir ni a patadas.

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Entonces el padre de Martí, pensó en el martillo, se giró y cuando iba a bajar corriendo por las escaleras, se resbaló de repente y cayó sobre un charco de agua lila que venía de la puerta de la habitación de Martí.

Para cuando se pudo levantar, Martí ya había salido de la habitación y se había encerrado en el baño.

– ¡Martí! Martí ¿estás bien?- le gritó.

-No padre, no estoy nada bien- le contestó desde el lavabo.

El padre de Martí bajó y cogió el libro, por la última página en blanco, y allí estaba, el día anterior no había nada y ahora un ser con forma de gota lila estaba dibujado con un paraguas en la mano. Dejó el libro y volvió a la puerta del lavabo.

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-Sal Martí ¡quiero verte!

-No pienso salir nunca.

-Martí Hoppers, abre la puerta- le pidió a su padre, con ese tono que usan los mayores para que sepas que no les puedes decir que no.

Martí abrió poco a poco la puerta y comenzó a salir, primero un brazo, después  la cabeza y por último todo lo demás.

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-¡Madre mía! – gritó su padre.

-Yo así no voy al cole- se quejó Martí.

-Ya pensaremos en algo- dijo su padre mientras miraba aquel pelo lila bien fuerte que tenía Martí.

Un poco tarde y con un gorro en la cabeza, Martí llegó al colegio, allí faltaban varios niños y los que había, levaban todos gorros grandes que no dejaba ver sus cabellos.

-Lo ves padre, no fue un sueño.

Jordi Hoopers se quedó hablando con los otros padres y madres, quería saber si alguno de ellos había podido lavar ese color lila de la cabeza de su hijo, pero nadie lo había podido hacer.

Por suerte, una semana después el color desapareció por si solo,  a todos los niños del pueblo les había pasado lo mismo, menos a Laia que no se le había vuelto lila.

Cuando el alcalde del pueblo, Tomeu Claus le preguntó a su madre, como  lo había hecho, ésta le contestó que ese día se había despertado más temprano para ir al médico y que la lluvia les cogió en la consulta.

Todo lo que había pasado se explicó en el Ayuntamiento, allí  se hizo una reunión con todo el pueblo.

– Orden ¡silencio! – gritaba el Pere, secretario del Ayuntamiento.

-Tiene la palabra nuestro alcalde.

-Ejem, ejem, vecinos de Mors, después de la enfermedad de los granos rojos y el día de los cabellos lilas, hemos estudiado el tema y coinciden tres cosas: una, todos los niños afectados, estaban en la cama cuando sucedió, dos, el día de los  cabellos  lilas, hubo una niña que se despierto antes y sus cabellos no se volvieron lilas.

-OHHHHH, se escuchó por la sala.

-¡Silencio! – gritó el secretario.

-Gracias secretario, y tres -dijo el alcalde con el dedo levantado- todo comenzó el día que Jordi Hoppers puso en marcha el despertador de su abuelo.

Toda la sala se giró hacia el padre de Martí, que en silencio y la cabeza gacha tenia en las manos, el despertador de los monstruos.

Después de mucho hablar en voz muy alta, como a veces hacen los mayores, se decidió que debían asegurar y que para ello, pondrían el despertador un día más.

El alcalde pidió a Jordi Hoopers que lo pusiera de nuevo al día siguiente, pero él le dijo que no lo haría con el Martí, entonces el alcalde le dijo que lo haría con su hijo, el Cesc Jefferson, uno de los niños dormilones del pueblo.

El padre de Martí llegó a casa muy tarde y se fue directo a la habitación de Martí, – hoy dormirás conmigo Martí, y mañana te levantarás también conmigo- le dijo.

-¿Qué pasa padre?

-Mañana el alcalde volverá a poner el despertador de los monstruos y lo peor es que no me ha dicho qué monstruo escogería.

-Muy bien padre, me voy contigo.

Al mismo tiempo en el otro lado del pueblo, el alcalde hablaba con su hijo Cesc.

-¿Qué monstruo prefieres Cesc?

-No sé padre, esto es una tontería, pone cualquiera, el Comeculos mismo.

– Muy bien, Comeculos– le dijo mientras ponía la manecilla pequeña a las siete y abría el cajón como le había explicado el padre de Martí.

-Ya está, yo de ti me levantaría mañana a la hora.

-Sí padreeee- le contestó el Cesc haciendo burla.

La noche se hizo corta para Martí, a las siete menos cuarto, ya se había despertado, levantado y desayunaba con su padre. Este tenía el manual del despertador de los monstruos abierto, pero en aquella página no había nada más que una frase:

∫Cuando salga me veras∫

Al otro lado del pueblo, el alcalde se había levantado pero Cesc no había salido de la habitación. La habitación del Cesc estaba muy oscura y  en silencio, hasta que el despertador empezó a tocar una canción.

§ Comeculos debajo de la cama, ¡corre levántate que está a punto de salir!  §

Cesc abrió un ojo y se rió – Comeculos, qué nombre más ridículo.

Al cabo de un momento se escuchó otra voz.

-Cesc dormilón, despierta que iremos otra vez tarde- le gritó su padre desde la cocina.

Cesc se tapó la cabeza con la almohada, pero aún así pudo escuchar de nuevo…

§  Comeculos debajo de la cama, ¡corre levántate que está a punto de salir! §

– «Que pesado aquel despertador» -pensó.

Entonces notó como si la manta se levantara a la altura de su culo, se giró, levantó la manta un poco más y allí estaba, era un monstruo peludo, de color azul, tenía las mejillas llenas de algo y lo miraba con una sonrisa. Entonces el Cesc se dio cuenta, ¡no tenía culo!

Martí y su padre, mientras tanto  se miraban aquel dibujo del monstruo que había aparecido en el libro  poco a poco, al mismo tiempo que muchos niños del pueblo comenzaban a gritar. Vieron cómo se fue dibujando todo hasta llegar a su nombre: Comeculos .

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Había coincidido que una vez que comenzó a aparecer el dibujo, se empezaron a oír gritos por todo el pueblo, de niños y niñas.

Ese día más de la mitad del colegio tuvo que hacer la clase de pie, porque muchos niños y niñas no tenían culo y así estuvieron muchos días hasta que les volvió a aparecer poco a poco.

Días después se hizo una reunión en el Ayuntamiento, estaba todo el pueblo con sus hijos. El alcalde dijo que romperían para siempre el despertador, pero entonces la directora del colegio pidió que no lo hicieran, ya que, nunca los niños habían llegado todos tan puntuales como ahora.

Entonces los padres gritaron -Lo  tenemos que romper! – y las madres gritaron -Lo tenemos que conservar! – Después de un rato de hablar en voz alta unos y otros, se llegó a un acuerdo que el secretario los leyó.

-¡Sileeeeeencio!

-En nombre del alcalde, hago saber que el despertador de los monstruos no se tirará, ni se romperá, si no que cada semana un niño del pueblo lo deberá utilizar y si no se despiertan, los conocerán – aquí se paró un poco para coger aire.

-A los monstruos, quiero decir que conocerán los monstruos y que para que no los conozcan, todos los niños deberán levantarse a la hora.

Toda la sala aplaudió, bien toda no, los niños no lo hicieron.

Desde entonces en Mors todos los niños llegan temprano a la escuela y nunca más se ha llenado una página del libro, pero quedan más monstruos y quien sabe si algún día …

Fin

Ahí, se me olvidaba, el padre de Martín se hizo rico vendiendo despertadores a otros pueblos y pudo viajar por todo el mundo con Martí, explicando su invento.

Puede que incluso vendiera uno en tu pueblo o ciudad …

Fin, ahora sí

Notas del autor:

Los monstruos de Mors nunca hicieron daño a nadie, sólo hacían cosquillas y bueno algún mordisco pequeño en el culo.

Como ellos hay monstruos misteriosos en el mundo, como por ejemplo el del lago Ness o el monstruo de las nieves. Si lo pides a tu biblioteca, seguro que encontrarás mucha información, eso sí, no te duermas tarde leyendo, que mañana tenemos que levantarnos a la hora.